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sábado, 13 de septiembre de 2014

Por unas migas...



Pasábamos la noche cenando en un restaurante chino,como acostumbrábamos a hacer los días esos que por algún motivo, deseábamos romper la rutina perfecta del transcurrir del tiempo, cuando entre platos y animada conversación observe, que de una manera maquinal, una pequeña camarera, pretendía retirar uno de los platos, en el que quedaba una muestra, aun humeante, de lo que hacia diez minutos nos habían servido... Con un gesto elegante y una sonrisa, mi acompañante le impidió que lo hiciera. Aquellos restos, aun apetitosos, centraron mi atención periférica, cuando por segunda vez, un camarero que pasaba por allí, estiro su avieso brazo para arramblar con el platillo huérfano...En esta ocasión fui yo quien emulando el gesto amable de mi compañero, impedí el rapto...Desde ese momento, la alerta creada en nosotros, fue fuente de complicidad por evitar la retirada prematura de el alimento que aun vivía en aquel plato... Nos echamos unas risas y continuamos hablando sobre lo divino y lo humano...


No habían pasado ni dos minutos, cuando un tercer camarero, se acerco como de puntillas y con una sonrisa de esas tatuadas y casi con una sutil reverencia, alargo la mano... Y como si lo hubiéramos ensayado, mi amigo y yo soltamos un sonoro ¡NO! Al unisono que ahuyento al siniestro personaje... 
Nos inclinamos sobre la mesa para decidir, entre susurros una estrategia secreta... Estábamos decididos a evitar que nos despojasen del manjar de marras...


Sin aun terminar los entrantes, nos sirvieron el primer plato. Como consecuencia, la primera camarera trato de llevarse nuestro tesoro protegido. Basto una mirada furibunda para evitarlo...Lo que nos provoco otro ataque de risa, en cuanto ella se dio la vuelta, camino de la cocina.
Sin mas transición llegaron los segundos platos y la mesa se convirtió en un sin dios de platos a medio comer...La camarera nos miro con aire de suplica. Cedimos dos platos vacíos por completo, pero en su frio rostro ya se adivinaba el estupor.


Otra camarera distraída, emulo a sus predecesores en el intento vano de llevarse la manduca, que a estas alturas era ya un misero despojo. Ya no quedaba ni rastro del aspecto delicioso que otra hora había tenido. Ella se marcho encogiéndose de hombros en un gesto de franca desidia.
Compartí con mi colega la reflexión al respecto de lo que estaba pasando, mientras disfrutábamos de toda la variedad de platos que se hallaba frente a nosotros...


¿Que les movía a sacar los patos de aquella manera compulsiva? Mi teoría era la exagerada eficiencia. Mi compañero argumentaba, que la falta de espacio en la mesa, representaba una incomodidad para los clientes. Concluimos el debate llegando al acuerdo de que estábamos especulando sobre una cultura que no conocíamos en absoluto. A saber cual era su motivación. Nunca lo sabríamos.


-¿Que les pasa a eso dos?... ¿Acaso no se dan cuenta de que nos hace falta la vajilla? ¡Posiblemente se deba a que les resulta imposible decidir si se lo van a poder comer todo!... Nunca lo sabremos. No conocemos su cultura...

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