Pasábamos la noche
cenando en un restaurante chino,como acostumbrábamos a hacer los
días esos que por algún motivo, deseábamos romper la rutina
perfecta del transcurrir del tiempo, cuando entre platos y animada
conversación observe, que de una manera maquinal, una pequeña
camarera, pretendía retirar uno de los platos, en el que quedaba una
muestra, aun humeante, de lo que hacia diez minutos nos habían
servido... Con un gesto elegante y una sonrisa, mi acompañante le
impidió que lo hiciera. Aquellos restos, aun apetitosos, centraron
mi atención periférica, cuando por segunda vez, un camarero que
pasaba por allí, estiro su avieso brazo para arramblar con el
platillo huérfano...En esta ocasión fui yo quien emulando el gesto
amable de mi compañero, impedí el rapto...Desde ese momento, la
alerta creada en nosotros, fue fuente de complicidad por evitar la
retirada prematura de el alimento que aun vivía en aquel plato...
Nos echamos unas risas y continuamos hablando sobre lo divino y lo
humano...
No habían pasado ni dos minutos, cuando un tercer
camarero, se acerco como de puntillas y con una sonrisa de esas
tatuadas y casi con una sutil reverencia, alargo la mano... Y como si
lo hubiéramos ensayado, mi amigo y yo soltamos un sonoro ¡NO! Al
unisono que ahuyento al siniestro personaje...
Nos inclinamos sobre
la mesa para decidir, entre susurros una estrategia secreta...
Estábamos decididos a evitar que nos despojasen del manjar de
marras...
Sin aun terminar los entrantes, nos sirvieron el primer
plato. Como consecuencia, la primera camarera trato de llevarse
nuestro tesoro protegido. Basto una mirada furibunda para
evitarlo...Lo que nos provoco otro ataque de risa, en cuanto ella se
dio la vuelta, camino de la cocina.
Sin mas transición
llegaron los segundos platos y la mesa se convirtió en un sin dios
de platos a medio comer...La camarera nos miro con aire de suplica.
Cedimos dos platos vacíos por completo, pero en su frio rostro ya se
adivinaba el estupor.
Otra camarera
distraída, emulo a sus predecesores en el intento vano de llevarse
la manduca, que a estas alturas era ya un misero despojo. Ya no
quedaba ni rastro del aspecto delicioso que otra hora había tenido.
Ella se marcho encogiéndose de hombros en un gesto de franca
desidia.
Compartí con mi
colega la reflexión al respecto de lo que estaba pasando, mientras
disfrutábamos de toda la variedad de platos que se hallaba frente a
nosotros...
¿Que les movía a
sacar los patos de aquella manera compulsiva? Mi teoría era la
exagerada eficiencia. Mi compañero argumentaba, que la falta de
espacio en la mesa, representaba una incomodidad para los clientes.
Concluimos el debate llegando al acuerdo de que estábamos
especulando sobre una cultura que no conocíamos en absoluto. A saber
cual era su motivación. Nunca lo sabríamos.
-¿Que les pasa a
eso dos?... ¿Acaso no se dan cuenta de que nos hace falta la
vajilla? ¡Posiblemente se deba a que les resulta imposible decidir
si se lo van a poder comer todo!... Nunca lo sabremos. No conocemos
su cultura...
No hay comentarios:
Publicar un comentario